Propina vs.
Matraca
Jueves 21 de octubre de 2010
Andrés I. Izquierdo G.
No necesito contarle a nadie lo
piche que está la situación con la matraca en Venezuela. Todos los días nos enfrentamos a la más
frenética corrupción que se haya visto en este país desde su fundación: tanto
en lo público como en lo privado. La
pregunta es qué hacer al respecto.
Todos sabemos que las propinas están social y moralmente permitidas,
pero la matraca no. Eso no se
discute. El problema es determinar dónde
está la frontera entre la propina y la matraca. Le doy o no le doy los Bs. 2,00 al personaje
que afirma haberme cuidado el carro en la calle; los Bs. 4,00 al niño que metió
mis víveres en las bolsas pero que no me las llevó desde el abasto hasta el
carro; los Bs. 20,00 al barbero que me trató con respeto; los Bs. 40,00 al
mesonero que me atendió con esmero; los Bs. 100,00 al cajero del banco que me hace
el favor de recibirme la paca de depósitos sin hacer la cola, porque aunque
tengo el pelo cano, no llego a los 60 de la tercera edad; los Bs. 200,00 al
escribiente que me proveyó la diligencia cuando la necesitaba; los Bs. 400,00 a
los policías que escoltaron en la motos del Estado a mi mensajero cuando fue al
banco a retirar la nómina; los Bs. 700,00 de “habilitación” al secretario que
me agiliza ese trámite tan urgente; los Bs. 10.000,00 al policía que encontró mi
carro robado e “impidió” que me lo desvalijaran; los Bs. 50.000,00 al juez que
gentilmente me permitió redactar la sentencia a mi gusto en el caso en el cual
“yo tenía la razón”; los Bs. 100.000,00 al sindicato de la construcción para
que me dejaran construir en paz; o la
CHEROKEE 2010 a la barragana del
ingeniero que se hizo la vista gorda en la inspección de mi obra. Suficiente para hacerme entender.
No pretendo dar clases de moral
ni cacarear en cual grupo de “contribuyentes” me clasifico: a pocos ha de
importarles. Solo pretendo despertar en
la conciencia de cada quien la importancia de detener cuanto antes esta
escalada que acabará por dejarnos el país en ruinas. Cada vez que un transportista de víveres
deja un queso y un salchichón en una alcabala de la carretera para que no le
detengan el camión (con o sin razón), está, sin saberlo, escupiendo contra el
viento, ya que la matraca causa toda clase de males, tales como aumentos en los
precios, desconfianza en el país, gastos de contraloría, más burocracia para
controlarla, odio colectivo, sinvergüencería, pérdida de la moral colectiva,
pérdida de sentimiento y de la identidad nacionalista, desconfianza y deslealtad.
Esto no tiene fin, es una cadena
que se retroalimenta de sus propias heces.
Antes de dar cada propina debemos pensar un instante si no nos estarán matraqueando. Yo no creo en la máxima de que tan corrupto
es el “matraqueador” como el “matraqueado”, eso depende de quién empieza. Es cierto que la ética no se mide por
porcentajes, ya que ésta se tiene o no se tiene, pero creo que tiene mayor
cuota de responsabilidad en el asunto, aquél quien pudiendo evitar la matraca, no
lo hace. Muchas veces el matraqueado, a
quien por cierto no defiendo ni justifico, resulta entrampado en estos perfectos
aparatos diseñados por los matraqueadores, con poca o ninguna probabilidad de
resistirse a la matraca, deviniendo más en víctima que en cómplice. Si los matraqueadores o iniciadores de la
matraca hicieran bien su trabajo, nadie tendría que ofrecerles propinas ni
estipendios por hacer bien lo que están llamados a hacer bien. Y si alguien viniera a ofrecerles lo propio
para que hagan algo impropio, le tocaría rehusarse. En fin, es mucho más fácil para el que ha de
recibir el dinero sucio no aceptar el soborno que para quien tiene que pagarlo
prácticamente a la fuerza.
He oído a abogados viejos
decirle a abogados nuevos, nauseabundos consejos como este: “Si no te metes en la matraca, te quedas
fuera del juego y no vas a poder ni ejercer.
A tus clientes no les interesan los medios, ellos lo que quieren son
resultados”. Esto es decisión moral
de cada quien, pero tenga claro todo el mundo que la matraca nunca queda en
secreto, siempre termina saliendo a flote como en los retretes. En sus “círculos íntimos” (con filtraciones
como todo círculo íntimo) tanto los matraqueadores como sus cómplices tarde o
temprano terminan contado y exagerando sus hazañas. Así que quien decida jugar el juego, que no
crea que nadie se va a enterar.
En una situación similar, un conocido
líder espiritual dijo una vez: “El de
vosotros que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. El resto es historia porque ya sabemos que
ninguno de los acusadores de la adúltera inició esa lapidación. Todos en algún momento y en alguna medida
hemos caído en la tentación, pero esto no es irreversible: no debe ser
irreversible.
La situación se nos está
escapando de las manos. Me preocupa qué
le responderé a mis nietos cuando vengan a preguntarme qué hice yo para detener
esta locura. La matraca, como el resto
de las miserias humanas, nunca se va a eliminar ni que venga un presidente
decente con un gabinete decente, los cuales, por cierto, solo se ven en algunos
pueblos decentes. No obstante, si
tomamos conciencia de las consecuencias de este problema, con actos
individuales y colectivos, podemos por lo menos desacelerar la caída.
Una vez leí en un cuadro
colgado en el despacho de un registrador, la siguiente frase: “No me
pida que viole la Ley, exíjame que la cumpla”. Salvo por el infortunio de que el cuadro en cuestión
yacía en esa oficina sólo como un irónico adorno, creo que por ahí van los
tiros. FIN.
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