martes, 12 de noviembre de 2013

Propina vs. Matraca

Propina vs. Matraca
Jueves 21 de octubre de 2010
Andrés I. Izquierdo G.
No necesito contarle a nadie lo piche que está la situación con la matraca en Venezuela.   Todos los días nos enfrentamos a la más frenética corrupción que se haya visto en este país desde su fundación: tanto en lo público como en lo privado.   La pregunta es qué hacer al respecto.   Todos sabemos que las propinas están social y moralmente permitidas, pero la matraca no.   Eso no se discute.   El problema es determinar dónde está la frontera entre la propina y la matraca.   Le doy o no le doy los Bs. 2,00 al personaje que afirma haberme cuidado el carro en la calle; los Bs. 4,00 al niño que metió mis víveres en las bolsas pero que no me las llevó desde el abasto hasta el carro; los Bs. 20,00 al barbero que me trató con respeto; los Bs. 40,00 al mesonero que me atendió con esmero; los Bs. 100,00 al cajero del banco que me hace el favor de recibirme la paca de depósitos sin hacer la cola, porque aunque tengo el pelo cano, no llego a los 60 de la tercera edad; los Bs. 200,00 al escribiente que me proveyó la diligencia cuando la necesitaba; los Bs. 400,00 a los policías que escoltaron en la motos del Estado a mi mensajero cuando fue al banco a retirar la nómina; los Bs. 700,00 de “habilitación” al secretario que me agiliza ese trámite tan urgente; los Bs. 10.000,00 al policía que encontró mi carro robado e “impidió” que me lo desvalijaran; los Bs. 50.000,00 al juez que gentilmente me permitió redactar la sentencia a mi gusto en el caso en el cual “yo tenía la razón”; los Bs. 100.000,00 al sindicato de la construcción para que me dejaran construir en paz;  o la CHEROKEE  2010 a la barragana del ingeniero que se hizo la vista gorda en la inspección de mi obra.   Suficiente para hacerme entender.
No pretendo dar clases de moral ni cacarear en cual grupo de “contribuyentes” me clasifico: a pocos ha de importarles.   Solo pretendo despertar en la conciencia de cada quien la importancia de detener cuanto antes esta escalada que acabará por dejarnos el país en ruinas.   Cada vez que un transportista de víveres deja un queso y un salchichón en una alcabala de la carretera para que no le detengan el camión (con o sin razón), está, sin saberlo, escupiendo contra el viento, ya que la matraca causa toda clase de males, tales como aumentos en los precios, desconfianza en el país, gastos de contraloría, más burocracia para controlarla, odio colectivo, sinvergüencería, pérdida de la moral colectiva, pérdida de sentimiento y de la identidad nacionalista, desconfianza y deslealtad.
Esto no tiene fin, es una cadena que se retroalimenta de sus propias heces.   Antes de dar cada propina debemos pensar un instante si no nos estarán matraqueando.   Yo no creo en la máxima de que tan corrupto es el “matraqueador” como el “matraqueado”, eso depende de quién empieza.   Es cierto que la ética no se mide por porcentajes, ya que ésta se tiene o no se tiene, pero creo que tiene mayor cuota de responsabilidad en el asunto, aquél quien pudiendo evitar la matraca, no lo hace.  Muchas veces el matraqueado, a quien por cierto no defiendo ni justifico, resulta entrampado en estos perfectos aparatos diseñados por los matraqueadores, con poca o ninguna probabilidad de resistirse a la matraca, deviniendo más en víctima que en cómplice.   Si los matraqueadores o iniciadores de la matraca hicieran bien su trabajo, nadie tendría que ofrecerles propinas ni estipendios por hacer bien lo que están llamados a hacer bien.   Y si alguien viniera a ofrecerles lo propio para que hagan algo impropio, le tocaría rehusarse.   En fin, es mucho más fácil para el que ha de recibir el dinero sucio no aceptar el soborno que para quien tiene que pagarlo prácticamente a la fuerza.
He oído a abogados viejos decirle a abogados nuevos, nauseabundos consejos como este: “Si no te metes en la matraca, te quedas fuera del juego y no vas a poder ni ejercer.   A tus clientes no les interesan los medios, ellos lo que quieren son resultados”.   Esto es decisión moral de cada quien, pero tenga claro todo el mundo que la matraca nunca queda en secreto, siempre termina saliendo a flote como en los retretes.   En sus “círculos íntimos” (con filtraciones como todo círculo íntimo) tanto los matraqueadores como sus cómplices tarde o temprano terminan contado y exagerando sus hazañas.  Así que quien decida jugar el juego, que no crea que nadie se va a enterar.
En una situación similar, un conocido líder espiritual dijo una vez: “El de vosotros que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.   El resto es historia porque ya sabemos que ninguno de los acusadores de la adúltera inició esa lapidación.   Todos en algún momento y en alguna medida hemos caído en la tentación, pero esto no es irreversible: no debe ser irreversible.
La situación se nos está escapando de las manos.   Me preocupa qué le responderé a mis nietos cuando vengan a preguntarme qué hice yo para detener esta locura.   La matraca, como el resto de las miserias humanas, nunca se va a eliminar ni que venga un presidente decente con un gabinete decente, los cuales, por cierto, solo se ven en algunos pueblos decentes.   No obstante, si tomamos conciencia de las consecuencias de este problema, con actos individuales y colectivos, podemos por lo menos desacelerar la caída.

Una vez leí en un cuadro colgado en el despacho de un registrador, la siguiente frase:   “No me pida que viole la Ley, exíjame que la cumpla”.   Salvo por el infortunio de que el cuadro en cuestión yacía en esa oficina sólo como un irónico adorno, creo que por ahí van los tiros.   FIN.

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