PETRÓLEO y PODER
Andrés Izquierdo
7 de abril de 2014
Hace muchos años, mi papá (nacido
en el imperio y anti-imperialista) me dio su visión sobre el futuro de Venezuela.
Me dijo que si los venezolanos no se ponían las pilas, Venezuela terminaría
siendo un gran campo petrolero estadounidense, rodeado con una cerca de
seguridad, y los venezolanos yacerían famélicos del lado de afuera de la cerca,
en guayucos, agachados escarbando en busca de raíces e insectos para no morir
de inanición.
Mi papá no fue chavista, no
tanto por haber muerto antes del chavismo, sino por haber sido un hombre de
ideas propias.
En aquél momento, como el petróleo
lo explotaban las empresas estadounidenses, era lógico pensar que el campo
petrolero que él veía en su profecía, estuviera detentado por éstas. Hoy
entiendo que, bajo la misma visión, el despojo puede ser ejecutado por cualquier
otro imperio (chino, ruso, “cubano” o simplemente Chavista).
Año 2014, los venezolanos no
nos pusimos las pilas, no cambiamos (por lo menos para bien). La profecía del
medio-musiú se está cumpliendo tal cual. Los compatriotas, “dueños” del crudo, que
se vende a precio de oro, están zampaos en inclementes colas para medio
alimentarse. Tal como lo predijo el viejo: los “dueños” de la riqueza, están resignados
a comerse un cable y pasar roncha, y, en algunos casos, están hasta alegres y
orgullosos de hacerlo.
Como yo lo veo, la situación va
por un camino muy simple, siguiendo estas premisas: a) Venezuela tiene petróleo, gas, hierro, aluminio, oro, entre
otros; b) los rubros de exportación
no petrolera en Venezuela, son minúsculos; c)
la casi única entrada de divisas a Venezuela es por el negocio petrolero; d) la explotación y venta de petróleo está
reservada al Estado; e) el gobierno
de turno administra los bienes del Estado y sus recursos; f) quien tiene el gobierno, controla la plata; h) quien tiene los votos (o la maña) controla el gobierno. Dicho
esto, quien administra el único negocio, le interesa que no haya ningún otro
poder capaz de perturbar su dominio (llámese medios, universidades, iglesias,
sindicatos, gremios, cámaras, partidos, etc.). Por eso el show de “empoderar al
pueblo”. ¿Qué poder, que no sea el voto (que lo tenía desde antes, por cierto),
tiene ahora esa pobre doña parada en la cola de Mercal? Empoderar o transferir el poder al pueblo, es
la frase más inconstitucional que conozco: el poder ya es del pueblo, ningún “perdonavidas”
tiene que dárselo ni mucho menos transferírselo. Empoderar al pueblo, en la
práctica, no ha sido más que decir que se le da el poder a quien nunca va a
poder ejercerlo de forma directa. Le doy poder a los únicos que sé que no van a
hacer nada con él, a los más pendejos. El poder es tuyo (pueblo), pero lo
ejerzo yo (gobierno). Usted vote por mí, que yo ejerzo el poder por usted. Al
final el verdadero poder (los reales y las armas) terminan del lado de adentro
de la cerca, fuera del alcance del pueblo. El único poder verdadero que tiene hoy
el pueblo, y lo tiene desde la IV, es que el voto del pordiosero valga lo mismo
que el voto de Jacinto Convit o el de Lorenzo Mendoza. Que los votos se cuenten
y no se pesen. En las elecciones se iguala todo el mundo. Como se infiere, el pueblo
nunca va a administrar el petróleo, eso es materialmente imposible, por lo que solo le queda votar por
políticos que lo administren. Lo que sí puede el pueblo es ser más cuidadoso en
la elección de a quién pone a administrar el petróleo, para lo cual se necesita
de un mínimo de sentido común.
Me voy a buscar una guija para
contarle a mi viejo que no se peló. Que todo se está reduciendo a la ejecución
de un plan tanto simple como genial: Mediante las expropiaciones y otras hostilidades,
legales y fácticas, a la empresa privada, el gobierno terminará consiguiendo,
como en Cuba, su total eliminación. Sin nadie que ejerza un poder distinto al
del gobierno, todo cuanto el pueblo consuma ha de ser importado con
petrodólares provenientes exclusivamente de los negocios estatales, lo cual da
al gobierno poder absoluto y permanente. Nadie produce y todos trabajan para el
Estado y viven de éste. Se garantiza así lo anhelado por el líder del chavismo,
es decir, la permanencia del mismo gobierno en el poder, y como es lógico, en
la administración del único negocio.
¿Hay salvación? Eso depende de
hasta dónde va a aguantar la clase media. El pueblo más humilde, el más
depauperado, no va a ser quien salga a enfrentar al gobierno. El hambre y la
necesidad les quebró la voluntad. El que anda pendiente de cómo alimentarse, no
tiene cabeza para engrandecer a un país. El pueblo menesteroso a lo sumo saldrá
saquear cuando se le acabe la comida, pero a tumbar al gobierno no lo veo. La
clase media por su parte, aquella que rehúsa arrodillarse para adquirir lo que
necesita, la que no se va a dejar adoctrinar, la que se siente libre para
criticar y actuar contra lo que está mal, la que quiere ser dueña de su destino,
la que quiere tomar decisiones propias, la que no teme al reto de ser
productiva, la que no está esperando que sea el gobierno mal-paternalista quien
le resuelva, la que echa para adelante a pesar del gobierno y no gracias al mismo,
la que no está esperando que la ayuden sino que dejen de joderla, la que no
está pendiente de medrar en una chambita sino en generar buenos empleos, la que
no va a comprar un kilo de caraotas con propaganda gobiernera impresa en el
empaque; esa clase media es la llamada a vencer el maleficio del gobierno y la
indiferencia del pueblo pobre. Esa clase media es la que tiene toda la carga,
es la que hoy sale inerme todos los días a la calle a protestar, a riesgo de
perder la vida a manos de los “defensores de la revolución”. La caída del gobierno
solo tendrá lugar el día que esa poderosísima clase media se arreche toda al
mismo tiempo, reaccione al unísono y desconozca al poder mal ejercido, ya sea a
votos o a palos, lo que suceda primero. Ese momento llegará, el gobierno sigue
cavando y nadie le quita la pala. Lo condicionó mi papá cuando dijo que “si los
venezolanos no se ponían las pilas”. Veo que las pilas están, lo que no las veo
es sincronizadas. Ya se encargará el gobierno de provocar esa sincronización y el
cortocircuito. FIN.