miércoles, 2 de abril de 2014

Sabe a jabón,  pero es queso!
Andrés Izquierdo 2 de marzo de 2014
Dos baturros caminando frente a una tienda. Uno se detiene, y señalando a la vitrina le dice al otro: “que bonitos esos jabones”. El otro le responde: “esos no son jabones, son quesos”, empezando así una obstinada discusión. Al final deciden entrar a la tienda y el que afirmaba que eran quesos, mordió uno, lo masticó y afirmó: “sabe a jabón, pero es queso”.
Lo mismo está pasando en Venezuela. Ya no se trata de un problema probatorio sino de fé. Hubo una extraordinaria conexión emocional y un sentido de identidad con el difunto Hugo Chávez, que todavía hoy dilapida su sucesor. La oposición no tiene ante sí un problema político ni mucho menos jurídico, sino un problema de culto, y como tal debe ser tratado.
Cuando Julio Borges (quien por cierto no me representa en lo absoluto) dijo que el día del aniversario del anuncio del fallecimiento de Chávez, no se harían actividades de protesta en respeto al luto de los compatriotas chavistas, me pareció una decisión acertada. Ese no era un día para el pueblo opositor sino para el pueblo chavista. El que quiera conquistar el voto chavista va a tener que empezar por reconocer y aceptar como válido el culto a Chávez, aunque no le guste. La gente chavista es chavista por que sí, aunque se le argumenten y prueben miles de motivos para dejar de serlo. ¿Cómo conviertes a un magallanero en caraquista? ni siquiera intercambiando a los jugadores entre uno y otro equipo; los fanáticos no siguen a los jugadores sino a los equipos, aunque les cambien a los jugadores y a las madrinas; es algo que se es porque se es y ya, aunque tu equipo no pegue una. Es más fácil convertir a los fieles a una tercera opción que convertirlos entre sí. El problema en Venezuela es que está tan maniquea y polarizada, que una tercera opción podría tener ante los ojos de los chavistas apariencia de oposición, y quedamos en las mismas. Por eso insisto en que la “pesca de hombres” debe empezar por los abstencionistas, los “ninis” y los chavistas más “light”. Con captar a esos segmentos es más que suficiente.
“El gobierno podrá ser malo, pero igual me siento chavista” es la realidad con la que tiene que lidiar la oposición. Y para hacer más complejo aún el asunto, las razones por las que los chavistas son chavistas, obedecen a variadísimos grupos de razones. Por mi trabajo como testigo en las mesas electorales más chavistas de Puerto Ordaz, por lo chucuto del parabán y por haber puesto en el tarjetón a Chávez arribita y a Capriles botado para allá abajo, pude observar desde lejos con toda claridad por quién votaba la gente. En términos generales, con las naturales excepciones, los del Plan República, por ejemplo, votaron por Chávez; las mujeres con cara de estar pasando necesidad, también; y así las doñas con cara de desamparadas, hombres en edad productiva en actitud prepotente y resentida, los empleados de empresas básicas con cara de resignación, en fin; pero también a muchos les vi alegres votando rojo, sin coacción, espontáneamente. En contraste, las personas que le votaron a Capriles lucían más independientes, menos vulnerables, más seguras de sí mismas y con una inocultable cara de ansiar cambios.

El punto al que quiero llegar es que la peor metodología para entrarle al pueblo chavista en la conquista de su voto, es hablándole mal de Chávez y perder el tiempo tratando de probárselo. Sólo imagínate que venga un chavista a tratar de convertirte, alegando que Capriles es marica ¿te dejarías? Creo que el método más simple y genial se lo vi hace un par de días a una doña opositora de aspecto menesteroso que en el mercado le dijo al empaquetador chavista: “Mira mijo, el otro sí servía, pero este no, a este lo que hay es que sacalo”. FIN.

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